martes, 1 de enero de 2013

¿PUDIERA LA CASUALIDAD CREAR BACTERIAS?

La complejidad de lo más sencillo
¿Sencillas? ¡Tienen las moléculas más grandes que se conocen!
LA MAYOR parte de los evolucionistas admiten de buena gana que las células animales, son maravillas de complejidad biológica. ‘Pero los primeros organismos vivientes no eran tan complicados,’ agregan enseguida. Según lo que escribió el profesor de química Richard E. Dickerson para la revista Scientific American: “Los primeros organismos vivientes que hubo en la Tierra . . . supuestamente eran entidades unicelulares semejantes a las bacterias fermentadoras modernas.”
Pues bien, que el lector considere la humilde bacteria y decida si ésta pudiera haber llegado a existir sin que hubiera un Creador.

Alguien pudiera pensar que las paredes celulares de las bacterias deberían de ser más primitivas que las de organismos superiores. Todo lo contrario. Las células de plantas superiores contienen paredes de celulosa que consisten en una ristra o serie unida de moléculas de azúcar. Las paredes celulares de las bacterias también empiezan con ristras de moléculas de azúcar, pero en estas ristras se entretejen entonces, intrincadamente, cadenas cortas de aminoácidos. Toda la pared celular, como lo expresó un científico, “puede concebirse en términos generales como una gigantesca molécula en forma de bolsa.”
Esta bolsa es extremadamente fuerte. Las paredes celulares de las bacterias sostienen presiones internas de 21 kilos por centímetro cuadrado sin reventar. ¡Trate de hacer eso con un neumático de su automóvil!
Es verdad que las bacterias no tienen núcleo, como lo tienen las células de organismos superiores. Pero aun las bacterias más sencillas contienen una buena cantidad de ADN, la materia genética universal. El ADN bacterial, en vez de estar rodeado de una membrana nuclear, generalmente forma un solo lazo largo dentro de la bacteria. Según un científico, el Dr. John Cairns, la bacteria común del tipo E. coli contiene dentro de su gigantesco lazo de ADN lo que “por mucho es la mayor molécula que se conoce en cualquier sistema biológico.”
Surge una pregunta ¿Le parece todo eso a usted como algo que simplemente pudiera haber sido arrojado por el agua sobre una playa primitiva? ¿Pudiera “la mayor molécula” ser el resultado de una combinación accidental de sustancias químicas inertes?
En preparación para la próxima división, la bacteria E. coli duplica el ADN que contiene. Para que esto suceda, la molécula de ADN, cuya forma se asemeja a un gran cierre de cremallera torcido, tiene que “abrirse” de modo que cada mitad pueda formar su mitad complementaria. Secciones de la molécula de ADN llamadas pares básicos corresponden a los dientes de un cierre de cremallera. ¡En la humilde bacteria del tipo E. coli la duplicación de estos pares básicos tiene lugar, con exactitud escrupulosa, al paso de 150.000 por minuto!
¿Qué sucede cuando la bacteria E. coli tiene que viajar? Literalmente echa un propulsor. Según el profesor de biología Howard Berg, de los lados de la célula surgen seis filamentos que se juntan y forman un bulto. Estos filamentos giran, lo cual requiere “los equivalentes estructurales de un rotor, un estator y un cojinete rotatorio,” dice el Dr. Berg. ¡Y eso no es poca cosa para una forma de vida tan “primitiva”!
Hay más. Como toda cosa viviente, la bacteria E. coli utiliza el ADN para dirigir la síntesis de las sustancias químicas que necesita para vivir. Esta humilde bacteria controla su ADN mediante complicados mecanismos de realimentación que activan o desactivan ciertas secciones del ADN según sea necesario. “Hay que hacer una pausa para llamar atención a la extraordinaria economía y eficiencia de este sistema de control,” dice el bioquímico Pierre Changeux, quien se maravilla de que “el control no le acarrea a la célula absolutamente ningún gasto de energía. . . . ¡Una fábrica con relevadores de control que no requirieran energía para funcionar sería lo óptimo en eficiencia industrial!”
La complejidad de las bacterias no constituye el único argumento en contra de la idea de que hayan evolucionado. Las mismísimas proteínas que contribuyen a la formación de las bacterias, y de otras cosas vivientes, muestran que la evolución es irremediablemente improbable. ¿Por qué?
Los evolucionistas dan mucha importancia a un experimento que se llevó a cabo en 1952, en el cual unos científicos hicieron pasar una chispa por una mezcla de gases y sintetizaron varias sustancias químicas, incluso algunos aminoácidos. Esto se considera significativo, puesto que los aminoácidos, cuando se les conecta correctamente, forman proteínas, que constituyen las unidades básicas para la construcción de toda cosa viviente.
Pues bien, dependiendo de cómo esté construido el aminoácido, se le llama levógiro (“zurdo”) o dextrógiro (“derecho”). Los diferentes experimentos en los que se emplean gases y chispas han producido iguales cantidades de aminoácidos levógiros y dextrógiros. En cambio, como lo admite el evolucionista Richard Dickerson: “Exceptuando algunas adaptaciones especializadas. . . todos los organismos vivos actuales incorporan tan solo L-aminoácidos [levógiros].”
Si una proteína típica tiene 400 aminoácidos, la probabilidad de que todos éstos sean levógiros sería comparable a la probabilidad de que una moneda echada al aire cayera de la misma cara 400 veces consecutivas. ¡La probabilidad de que esto suceda es de menos de una vez contra la cifra de uno seguido de 100 ceros... una cifra muchas veces mayor que la cantidad total de átomos que hay en todas las galaxias del universo conocido! Sin embargo, aun dado el caso de que una proteína aleatoria imposible de 400 aminoácidos levógiros se produjera espontáneamente, habría solo la más mínima probabilidad de que dicha proteína estuviera formada de los aminoácidos levógiros debidos —hay 20 variedades de ellos— y de que éstos estuvieran dispuestos en el orden debido.
La generación espontánea de las proteínas por casualidad podría ilustrarse de la manera siguiente: Supongamos que usted tenga una caja que contenga pedacitos cuadrados de madera, idénticos al tacto, y que tengan igual cantidad de letras y números escritos encima. Ahora, se le dice que con los ojos vendados usted escoja 400 de estos pedacitos de madera. La probabilidad de que usted escoja solamente letras y ningún número es bastante remota. Pero eso no es todo. Las letras de los 400 cuadraditos que usted escoja tienen que formar un párrafo que tenga significado y que sea gramaticalmente correcto cuando los cuadrados se coloquen lado a lado en el orden en que usted los escoja.
Los sistemas complejos de E. coli demuestran otro problema inherente a la noción de que la evolución haya producido la vida, aun la vida primitiva. Las moléculas de ADN son necesarias para que haya vida, pero no bastan para que haya vida. Otras moléculas muy complejas, tales como ciertas enzimas, tienen que estar presentes para dirigir las actividades del ADN y cooperar con éstas.
Por lo tanto, la vida puede existir solo cuando varios sistemas muy complejos llegan a existir al mismo tiempo y funcionan juntos en perfecta armonía. Ninguno de esos sistemas complejos puede jamás producir tan siquiera una forma de vida primitiva sin que estén en su lugar los otros sistemas.
Los evolucionistas hacen frente a este dilema mediante simplemente afirmar su “fe” en la evolución.

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