miércoles, 2 de enero de 2013

EL MAYOR DE LOS GRANDES MONOS (EL GORILA)

“NO VAYAN a olvidarse, cuando él ataque sencillamente permanezcan completamente inmóviles. Saldrá bruscamente del matorral con un grito estridente, abriéndose paso violentamente a través de la enredada maleza. Se detendrá a muy pocos metros de nosotros. Entonces se erguirá, golpeará su pecho y rugirá furiosamente. ¡No se muevan! Permanezcan callados. Es solo un falso ataque que hace a los intrusos humanos.”
“¡No se muevan!” Las palabras de nuestro guía seguían resonando en nuestra mente a medida que andábamos a través de las densas selvas de la parte oriental de Zaire, anteriormente el Congo Belga. ¿Cómo reaccionaríamos al enfrentarnos cara a cara con uno de los animales más formidables de la naturaleza, el gorila de las montañas, el más grande de los monos? ¡Se dice que su fuerza es quince veces superior a la de un hombre! ¿Cómo reaccionaría mi esposa? ¿Y cómo lo haría el resto de nuestro grupo de seis?
Nuestro guía y sus rastreadores pigmeos se han familiarizado mucho con estos extraños y poderosos animales. Han hecho muchos viajes a lo alto de la selva nativa de estos gorilas, los pigmeos hasta los han cazado para alimento y para cuando ha sido necesario. Los monos nunca han llevado a cabo sus ataques simulados... hasta ahora. Siempre se han detenido a unos pocos metros de distancia.
Aunque han pasado más de cien años desde que los primeros exploradores blancos penetraron en el país de los gorilas, solo en las pasadas dos décadas se han efectuado intensos estudios científicos. Los grandes monos están clasificados entre los animales más raros del mundo, pues solo se hallan en unas pocas regiones del África Central. El hogar de los más descomunales de los grandes monos se encuentra en las vastas selvas tropicales en las montañas a uno y otro lado de la frontera de la República de Zaire, el occidente de Uganda y Ruanda.

Un carácter apacible

A medida que seguimos internándonos en su territorio nos recordamos de que los gorilas normalmente no son agresivos. Aunque fácilmente podría despedazar a un hombre desmembrándolo, debajo de la apariencia fiera de este animal yace un carácter tímido y apacible, hasta introvertido. De vez en cuando ha deambulado hasta el borde de una plantación de té o café y ha asustado a los trabajadores. Sin embargo, normalmente un gorila no rapta a la gente, ni tampoco lastima a un humano, a menos que sea molestado o atacado. Eso es animador, pero, ¿podemos creerlo?

Recordamos que los gorilas viajan en grupos de familia, desde unos pocos individuos hasta varias docenas. Cada familia tiene su líder al cual los miembros demuestran afecto y lealtad. Lo que él hace determina las acciones de todo el grupo. Por lo general el líder es un macho de más de diez años de edad, y se distingue por su espalda de color plateado que contrasta con el pelo de color gris ferruginoso del resto de su cuerpo.
En su madurez el mono grande es enorme. Su colosal cuerpo pesa unos 200 kilos y puede llegar a alcanzar más de metro y medio de alto. ¡Sus gigantescos brazos pueden extenderse hasta 2,40 metros! ¡Qué contraste con el bebé gorila que pesa unos dos kilos al nacer! Su desarrollo es muy rápido, aproximadamente dos veces más rápido que el del hombre.
Un mono grande puede vivir hasta la edad madura de treinta o treinta y cinco años. ¿Se para y camina realmente como un hombre? No, es un cuadrúpedo, por lo general camina sobre sus cuatro extremidades, con un movimiento complicado medio balanceo, medio salto. Sus brazos sirven principalmente como muletas, soportando el peso de su cuerpo en los callosos nudillos, flexionados.
Sabíamos que nuestra presencia incitaría los despliegues de golpearse el pecho y quizás ese atemorizador falso ataque, y que éste sería su modo de advertir a su familia de la proximidad de peligro, así como de intimidar a los intrusos humanos. Sin embargo, seguimos internándonos en sus dominios a lo largo del sendero que habían hecho el día anterior.

Siempre en movimiento

El caminar a través de la selva rastreando gorilas es una experiencia inolvidable. Los gorilas viven como nómadas, deambulando a través de la selva en busca de alimento, nunca pasan dos noches en el mismo lugar; pero restringen sus movimientos a límites definidos, permaneciendo dentro de una superficie aproximada de 38 a 52 kilómetros cuadrados. Aunque quizás viajen hasta dieciséis kilómetros en un día, dependiendo de la disponibilidad de alimentos, no es difícil hallar su rastro. Se mueven en fila india aplastando la vegetación, rompiendo ramas, comiendo parcialmente plantas alimenticias, y dejando detrás de ellos otras señales que permanecen prominentes por varios días.
¡Un momento! De súbito el pigmeo guía grita: “¡Angalia!” Hemos aprendido que esta palabra swahili significa, “¡Miren aquí!” ¿Qué es lo que vio? ¡Halló el campamento donde el grupo durmió la noche anterior! Al oscurecer el día anterior, cada miembro construyó un nido de hojas y ramas reconocible. Para construir su lecho, cada animal evidentemente quedó en una posición central donde había ramas con hojas, arrancando y rompiendo la vegetación y colocándola alrededor de su cuerpo en un montón bastante ordenado y dejándose caer en el centro de éste. Aquí es donde durmieron desde aproximadamente las 6 de la tarde hasta las 6 de la mañana... 12 horas.
Contamos diecinueve camas, incluso las que hicieron los jóvenes. En esta familia cada uno hace su propia cama. Unos pocos gorilas habían construido sus camas en las horcaduras y ramas de los árboles, al estilo de las hamacas, construidas con ramas más firmes para soportar el peso del animal. Una estaba a diez metros del suelo. Aunque los nidos nos revelaron mucho acerca del grupo, no había un modelo o arreglo obvio tal como para calentarse o protegerse, ni servirían para nada en contra del viento o la lluvia o las inclemencias del tiempo. Eran meramente montones confortables.

¿Qué comen los gorilas?

Poco después del amanecer (lo cual es a las 6 de la mañana todo el año aquí en el trópico) gradualmente abandonan sus camas y comienzan su desayuno de dos horas, moviéndose lentamente de bocado en bocado. Algunos quizás comiencen el desayuno en la cama. No es necesario preparar el desayuno. Los gorilas sencillamente se estiran y agarran un manojo de vegetación. Cuando han terminado un pedazo, se mueven unos pocos pasos hasta el próximo.
El gorila nunca mata para comer. A lo más quizás haga una incursión en un platanar. Nunca se le ha observado comiendo carne en la selva; a diferencia de su pariente el chimpancé, este pacífico vegetariano subsiste con una alimentación de raíces, hojas, brotes tiernos y frutas. Su deleite favorito es pelar y morder la corteza de las ramas tiernas para llegar a la parte interior más tierna. Puesto que la lluvia es abundante y el rocío matutino se halla generosamente sobre los ya suculentos alimentos, los gorilas no se detienen para beber agua de un lago o de un arroyo.
La alimentación de los gorilas no tiene nada de monótona, pues por lo menos hay una variedad de cien plantas de la cual escoger. Después del desayuno estos grandes monos quizás se reclinen indolentemente hasta a mediados de la mañana; entonces otra vez salen en búsqueda de alimento. En este respecto los gorilas son como los monos de Asia y los chimpancés.

El encuentro

A medida que nos acercamos, vemos muchas señales indicadoras de que nuestro primer encuentro con el grupo está cerca. En el aire pende un olor penetrante. El pigmeo a la cabeza nos indica que permanezcamos quietos. Se nos ha advertido que la vista del gorila es aguda y que es rápido en distinguir movimientos leves. Proseguimos lenta y calladamente, pero las ramas se parten bajo nuestro pie. Nuestros corazones laten desenfrenadamente. Repentinamente, frente a nosotros en el denso matorral sale un aterrorizador chillido agudo, un sonido escalofriante, entonces la actividad febril del grupo a medida que huye de nosotros internándose en la selva.
Por un momento el único sonido que oí fue el latir de mi propio corazón. Entonces apareció. ¡Abriéndose paso a través de la selva emergió el líder de espaldas plateadas sobre los cuatro miembros, apartando todo lo que encontraba en su camino, saltando hacia nosotros! Las espaldas de un metro de ancho sostenían un cuello grueso y ese famoso rostro negro de cejas abultadas. ¡El mono atacó hasta dos metros y medio de nosotros! Entonces súbitamente se detuvo.
Es difícil decir si nosotros permanecimos inmóviles en obediencia a las instrucciones anteriores de nuestro guía o si es que sencillamente nos congelamos sobre nuestros pies. Pero ahí permanecimos, mirando la abultada cabeza de la bestia, la cual parecía directamente asentada sobre sus dos hombros, sus quijadas proyectándose prominentemente, y con esas enormes fosas nasales abiertas directamente hacia adelante. Entonces se irguió y comenzó a golpearse el pecho y a rugir, exponiendo sus dientes y todo el interior de su boca.
Hasta este punto yo siempre había imaginado que los dientes de los gorilas eran de un blanco radiante. Pero por las manchas de sarro marrón era obvio que éste no se cepillaba bien. Los rugidos agudos de este gran mono probablemente son el sonido más explosivo del reino animal. Si este rugido tenía el propósito de intimidarnos, ciertamente lo logró.
En términos claros nos estaba dando a saber que no debíamos acercarnos más a su familia. Por un momento sencillamente quedó parado y nos miró con sus agudos ojos, castaños oscuros, y pudimos ver claramente sus labios lampiños, las orejas y nariz. Sus pequeñas orejas negras se parecían a las de los humanos. Echamos una mirada a nuestro guía y lo vimos masticando una hoja, una señal de confianza para el Sr. Espaldas Plateadas.

La curiosidad es mutua

El observar a un gorila cautivo en un parque zoológico norteamericano o europeo es una cosa. El encontrarnos con una familia de ellos en su propio terreno nativo verdaderamente es otra cosa. Pudimos ver a las madres cargando a sus infantes, sosteniéndolos estrechamente contra sus pechos con un brazo. Otros jovencitos estaban cabalgando sobre las idealmente apropiadas espaldas anchas y chatas, con pelo abundante del cual sujetarse. ¡No tienen mucho peligro de caerse! A la izquierda, a unos quince metros de distancia, tres jovenzuelos estaban disfrutando de una travesura y jugando un juego que se parecía a seguir al cabecilla. Los gorilas más viejos los toleraban, aunque ellos mismos no daban señal alguna de querer jugar.
Era evidente que la curiosidad fue una de las principales razones por la cual se quedaron. Era obvio que querían mirarnos tanto como nosotros deseábamos observarlos a ellos. Sin embargo, tenían la ventaja de permanecer detrás de una tenue cortina de hojas.
A dieciocho metros de distancia un gran macho negro comenzó a subir a un árbol, presumiblemente para podernos mirar mejor. Su ascenso era cauteloso, pues colocaba sus manos cuidadosa y firmemente en el árbol, al mismo tiempo que de vez en cuando nos miraba. Lo observamos intensamente esperando que ninguna rama débil o seca se rompiera bajo el gran peso de su cuerpo. Se sabe de gorilas que se han lastimado debido a que ramas débiles se han roto bajo su peso. Una vez en la cima reasumió su ocupación de estar sentado y observarnos con profundo interés, y comer rompiendo ramas y llenando su boca con las hojas. Después de una hora y media descendió patas abajo, con su pecho hacia el tronco del árbol.
Una ligera lluvia comenzó a caer, pero parece que solo la notamos nosotros los humanos. Nuestro guía señaló a una hembra quien rápidamente movió su mano hacia un arbusto para juntar las hojas con un solo movimiento y entonces las metió dentro de su boca. Sin embargo otro, que parecía como si alguien lo hubiera pelado corto, cuidadosamente dobló un tallo hacia sí, lo quebró y comenzó a morder la corteza y la madera para llegar al centro, de modo muy similar a como nosotros comeríamos el maíz de una mazorca. Otros dos estaban sentados aseándose los brazos y las espaldas, también aseándose el uno al otro.
Un mono de color marrón oscuro con el pelo más largo que lo acostumbrado nos miró por unos minutos, inmóvil, entonces de súbito se estiró y con un rápido tirón decapitó un árbol joven, metiendo el extremo con hojas dentro de su boca. Aun otro demostró lo bien que podía manipular sus dedos pelando las capas de un brote tierno, del modo que nosotros pelaríamos un plátano. Con la excepción de unos pocos ladridos intermitentes en rápida sucesión y algunos golpes de pecho para aflojar la tensión, así como una especie de refunfuños y gruñidos de animales satisfechos, el grupo por lo general estaba tranquilo y calmo mientras seguía su rutina diaria.

Una experiencia recompensadora

Ahora se estaba haciendo tarde y teníamos por delante un descenso de seis kilómetros por las laderas nubladas del monte Kahuzi hasta la plantación de té donde habíamos dejado nuestro vehículo. Meditamos en la excelente experiencia que habíamos disfrutado.
Los gorilas comparten su selva con numerosos animales, pero los grandes monos tienen pocos enemigos. La mayor parte son ahuyentados por sus sonoros rugidos. Sin duda alguna el más grande perseguidor de los monos es el hombre. Aunque sufren de enfermedades que quizás maten a tantos como el 40 ó 50 por ciento de los que nacen, muchos son exterminados por los nativos para servir de alimento. En la República de Zaire, en la región Kivu, se está haciendo un resuelto esfuerzo en un sistema de parque bien protegido para perpetuar su existencia.
Estos, los más grandes de los monos quizás sean de interés particular para las personas que creen en la evolución, pero estos monos no hacen nada para apoyar esa teoría. Nuestras observaciones breves a corta distancia en su hogar montañés nos han hecho comprender mejor que estos animales son una parte extraordinaria y definida de la creación de Jehová. Las similitudes que puedan tener concon los humanos sencillamente se deben al hecho de que todos tenemos el mismo Diseñador.

Fuente: g74 22/11

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